miércoles, 22 de febrero de 2017

La ciudad de las estrellas (La La Land)

Esto es Jólibuz














Tratándose de un musical, y aunque suene contradictorio, lo primero que sorprende de esta película es que sus referencias apunten más a Hollywood que a Broadway. El patrón artístico y estético, y la manera de concebir los números musicales, recuerdan al cine y no al teatro, a esas películas en Technicolor y Cinemascope en las que señores con esmoquin y señoras con faldas de vuelo zapateaban y se contoneaban mientras intercambiaban confesiones de amor y rituales de cortejo.

En La ciudad de las estrellas las canciones importan tanto o más que los bailes. La coreografía, de hecho, se aprecia sobre todo en la cámara y en las piruetas narrativas, algunas excelentes como la previa al desenlace o el plano secuencia inicial en el atasco de tráfico. El director se divierte a base de juegos circulares con el espacio y la cronología, y lo remata con un final que arriesga y brilla en lo narrativo añadiendo un punto agridulce.

Con un protagonismo absoluto de la pareja formada por Emma Stone y Ryan Gosling (no recuerdo muchas películas en las que los secundarios importen tan poco), Chazelle incluso renuncia a roles clásicos de la comedia romántica, como los amigos chistosos o excéntricos que dan el contrapunto y justifican subtramas o gags aislados. Aquí, la verdad sea dicha, escasean los momentos de comedia (la imposibilidad del primer beso, el boicot al bar de samba y tapas), y se apuesta principalmente por el melodrama contenido.

Viendo cómo ha acaparado candidaturas para los Oscar, da la impresión de que es un proyecto concebido para emular la gloria reciente de The Artist (Michael Hazanavicius, 2011), pero si en esta el modelo era Cantando bajo la lluvia (Stanley Donen, Gene Kelly, 1952), en La ciudad de las estrellas casi todos los guiños se los lleva Casablanca (Michael Curtiz, 1942): él, un antihéroe romántico de flequillo caído amorrado a un piano y al sueño de recuperar su club de jazz; ella, una joven soñadora de ojos como planetas y con una foto gigante de Ingrid Bergman cubriendo la pared de su cuarto. Y París, claro, que aparece de forma intermitente en imágenes, en diálogos y en la letra de alguna canción.

Así pues, un buen musical que envuelve a una historia no demasiado original y que reflexiona sobre si la realización de los sueños individuales puede ser perjudicial para el éxito de un proyecto colectivo como el de la vida en pareja. Por otra parte, se trata de un ejercicio de nostalgia y cariño hacia un cine ya extinto, que deja en sus primeros minutos una frase que pasa casi desapercibida pero que tal vez tenga más intención de la que aparenta: “Esto es Los Ángeles; aquí lo adoramos todo y no valoramos nada”.









La música era también el motivo central de Whiplash (2014), la anterior película de Damien Chazelle, un drama que funciona como un thriller, como una de esas historias de duelos encarnizados entre dos personajes antagonistas (¿o no tanto?) y tan admirables como antipáticos, según el momento. Todo ello para lanzarnos la eterna pregunta de si el genio nace o se hace, de si el talento es una condición innata o un músculo que se ejercita y entrena para sacarle el mejor partido; y, lo principal, si ese talento hay que sacarlo a fuerza de sangre, sudor y hostias, o bien si uno puede estar seguro de que aflorará de manera natural por el mero hecho de llevarlo dentro. Muy interesante, la verdad, y a pesar de que cueste creer que el mundo de las escuelas de jazz sea tan parecido al cuartel de los marines de La chaqueta metálica (Stanley Kubrick, 1987) o El sargento de hierro (Clint Eastwood, 1986), dos modelos que vienen inevitablemente a la mente al observar el comportamiento del personaje interpretado por J. K. Simmons, que se llevó el Oscar gracias a este villano atípico. En resumen, el hecho de que una película sobre una orquesta de jazz tenga casi tanta sangre como Uno de los nuestros (Martin Scorsese, 1988) no debería ser impedimento para disfrutarla, y menos ahora, que su director se va a poner de moda por subírsele a la chepa al Titanic de Cameron, a quien podría arrebatarle el récord de la sala trofeos más abarrotada. Veremos.


Director: Damien Chazelle
Guion: Damien Chazelle
Intérpretes: Emma Stone, Ryan Gosling
País: Estados Unidos


2 comentarios:

  1. Una decepción, La La Land. Blandita, bonita y tal. Le falta hueso. Whiplash destilaba una mala hostia muy interesante, aunque los -innecesarios- excesos sanguinolentos la chafaban un poco. Un saludo. Muy nutritivo, tu blog. Lo seguiré con mimo.

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    1. Gracias por la visita, Álvaro. Nos estaremos siguiendo virtual y mutuamente, pues.

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