miércoles, 23 de agosto de 2017

Abracadabra

Papá está raro






Una filmografía de tres películas en catorce años no es mucha cantidad, pero a Pablo Berger le ha bastado para dejarnos claro que va a la suya y no pretende ser comparado con nadie, ni siquiera con él mismo.

La peculiaridad de su cine está en que parece tomar siempre el camino más inesperado. El material de Torremolinos 73 (2003) era propicio para perpetrar una oda nostálgica a las martingalas calenturientas de Mariano Ozores, para hacer comedia bufa y chabacana a lo Pajares y Esteso, para sumar un miembro más a la nómina de comediantes costumbristas defenestrados por la crítica y la siempre sufrida cinefilia de sala diminuta. Nada más alejado de ello, pues Torremolinos 73 sigue siendo hoy por hoy una de las películas más singulares del último cine español, una obra admirable en lo estético y en lo dramático, en lo interpretativo y también en lo cómico, una sátira y un homenaje al mismo tiempo, los que hayáis nacido entre los 60 y los 80 sabréis bien de lo que hablo.

Después le puso pantalón largo y pelo cano al cuento infantil de Blancanieves (2012) para componer un drama oscuro por el que asomaban lo mismo Lorca que Nosferatu, y con el que además se ganó su hueco en las pasarelas y las vitrinas.

En Abracadabra podría haber tirado por la vía fácil del humor castizo de mesa camilla y barra de bar, o bien arriesgar llevando el esperpento al máximo, imitar a Almodóvar en su visión petarda y posmoderna del Madrid suburbial, o bien tomarle el relevo a Álex de la Iglesia y tarantinizar, por así decir, los horrores y los crímenes nuestros de cada día.

Un poco por ahí van los tiros, como en un hibrido de la serie Aída y El día de la bestia (Álex de la Iglesia, 1995), con gags que parecen solo burros pero que albergan un saludable mecanismo irónico, con otros tan absurdos (como el protagonizado por Julián Villagrán) que a punto están de chirriar como uñas en una pizarra, y con detalles de un humor negrísimo e inesperado, prueba palpable de que a este director le interesa más respetar su obra que agradar a todo el mundo.

El tema de fondo no es precisamente para tomarlo a coña. Papá está raro de pronto porque ya no maltrata a mamá, y todo, según parece, por culpa de ese primo patoso, patético y enfermo de platonismo que juega a convertirse en mago de bodas, bautizos y comuniones. Un asunto que daría lo mismo para la tertulia de cotilleo de Ana Rosa Quintana que para el aquelarre dominguero de Íker Jiménez, y que aquí se nos presenta en forma de comedia envenenada e inclasificable.

Tanto la lectura social como la simbólica están tratadas con la elegancia de los autores que no se jactan cada segundo de serlo, y los actores, como de costumbre en el cine de Berger, logran hacer creíbles unos personajes que cuando la luz de la sala se enciende solo parecen concebibles en las pesadillas de un veterano de la Ruta del Bacalao. Verdú, De la Torre y Mota huelen a Goya desde aquí; ya veremos.

Una película recomendable, pero, eso sí, no para cualquiera. Me temo que el espectador contemporáneo no está para complejidades y salidas bruscas del guion que tan férreamente le marcan las telecomedias al uso.



Director: Pablo Berger
Guion: Pablo Berger
Intérpretes: Maribel Verdú, Antonio de la Torre, José Mota, José María Pou
País: España