lunes, 26 de febrero de 2018

The party

Ven a cenar conmigo… si te atreves






Que no os despisten el blanco y negro, ni su brevedad, ni sus evidentes formas teatrales: The party es una película agresiva, mordaz, corrosiva, afilada y más eficaz en su retrato del mundo actual que cualquier telediario o documental con pretensiones.

Un matrimonio formado por una recién nombrada ministra y un eminente profesor de universidad amante de la botella recibe en su casa a un plantel de amigos que parecen el reparto de un chiste: la filósofa madura y su esposa ex concursante de MasterChef; la amiga cínica y su marido teutón (un coach pelmazo que parece el contestador automático de Mr Wonderful), y el yupi cocainómano, que aparece solo porque, según anuncia, su mujer llegará con retraso.

La reunión derivará en un debate desatado y accidentado, donde caben la política, la economía, la educación y la cultura, y en el que se establecen duelos que enfrentan al amor y las ideas contra el trabajo y el dinero; a la sanidad contra la seudociencia, al coaching y el postureo espiritual contra el escepticismo y la razón académica, al feminismo contra el antimasculinismo… y entre pulla y reproche, espacio también para departir sobre la fidelidad, la ambición, el fracaso, la amistad, la muerte y casi todo lo imaginable cuando en una misma habitación juntamos seres humanos y litros de vino.

Esto de la reunión familiar o social que acaba en verbena de insultos o en bacanal de secretos inconfesables es casi un género en sí mismo, y vienen a la memoria títulos como Los amigos de Peter (Kenneth Branagh, 1992), Celebración (Thomas Vinternerg, 1998), Agosto (John Wells, 2013), El nombre (Alexandre de la Patellière, Matthieu Delaporte, 2012), Un dios salvaje (Roman Polanski, 2011) o la reciente Perfectos desconocidos (Álex de la Iglesia, 2017). Quizá el factor diferenciador de The party está en su vigencia, lo que no quiere decir que sea un trabajo meramente coyuntural, ya que los temas que aborda son sin duda aplicables a realidades pasadas o futuras, si es que nadie lo remedia antes.

Los intérpretes, de sobresaliente sin excepción, o, si acaso, con matrícula de honor para Timothy Spall y Patricia Clarkson (solo el Dios del marketing sabe por quñe no aparecen entre los candidatos a los Oscars). Destacar también la banda sonora hábilmente encajada desde el propio (y único) escenario en el que transcurre la acción: un tocadiscos que crea atmósfera y juega a cambiar el registro dramático aun en contra de la voluntad de los personajes.

Todo esto en setenta minutos. (¡Setenta!) Casi un milagro en estos tiempos de películas eternas como colas en urgencias y sobrehinchadas como culturistas.



Director: Sally Potter
Guion: Sally Potter
Intérpretes: Kristin Scott Thomas, Timothy Spall, Patricia Clarkson, Bruno Ganz, Emily Mortimer, Cillian Murphy, Cherry Jones
País: Estados Unidos

viernes, 9 de febrero de 2018

Los archivos del Pentágono

El pescuezo de Nixon






Parece ser que un ratito antes del celebérrimo Watergate, el Washington Post era un periódico en horas bajas que buscaba nuevo accionariado para salvarse de la ruina y la decadencia.

Una noticia publicada por la competencia —el New York Times— respecto a la manipulación del gobierno en la gestión de la Guerra del Vietnam le ofrecerá a su editora (Mery Streep) la posibilidad de liderar otra batalla, la de la libertad de prensa, aunque solo cuente con el apoyo de su director (Tom Hanks) y tenga que hacer frente por otro lado al escepticismo de sus consejeros y asesores (un rebaño de testosterona y naftalina).

Aunque existe aún la tendencia a relacionar el nombre de Spielberg con el fuego artificial, el autor de Tiburón, E.T. El extraterrestre, En busca del arca perdida, La lista de Schindler, Parque Jurásico, Salvar al soldado Ryan, Inteligencia Artificial, Minority report, Atrápame si puedes, Munich o El puente de los espías es, por encima de todo, un gran narrador, alguien que empezó su carrera honrando a los clásicos y que ha terminado convirtiéndose él mismo en clásico por derecho propio.

Los archivos del Pentágono prolonga la serie de películas sobre la épica periodística que tanto gustan a los norteamericanos, y que tiene en Todos los hombres del presidente (Alan J. Pakula, 1976) su modelo más reconocible. Así pues, no nos vamos a encontrar aquí al Spielberg espectacular y ruidoso, sino a uno más minucioso e intimista que saca a relucir su casi inédita vertiente crítica, enfocada sin disimulo en el ex presidente Nixon (de quien solo veremos su cogote como si fuese un villano de Hitchcock; una inequívoca invitación a recrearnos en la colleja que se le viene encima).

Sé que no es el cine que más gusta ahora; que su ritmo imparable aunque templado y su ausencia de acción trepidante pueden decepcionar a algunos, pero creo que es una película interesante y entretenida en la que se defiende la democracia y se destaca el difícil papel de una mujer ejecutiva sin recurrir a airados panfletos. Larga vida, don Steven.



Director: Steven Spielberg
Guion: Liz Hannah, Josh Singer
Intérpretes: Meryl Streep, Tom Hanks, Bruce Greenwood, Bob Odenkirk, Tracy Letts
País: Estados Unidos

viernes, 2 de febrero de 2018

The disaster artist

La comedia involuntaria






Convengamos en que el postureo friki existe. El friki ya no es necesariamente un marginado, y determinadas obras, corrientes o tendencias que acostumbramos a incluir en el catálogo oficioso de frikismos son ya tan cool como los zapatos de Manolo Blanik o el iPhone nosecuántos (he perdido la cuenta).

Precisamente por esto tenía yo mis temores antes de ver The diaster artist. Me olía que a James Franco le apetecía pegarse un pasote para vacilar a la industria y ganarse el título —aparentemente despectivo pero más pretencioso de lo que se nos quiere vender— de director maldito, o rebelde, o alternativo, o bueno, sí, friki.

Dicho de otra manera: sospechaba que no se trataría de una comedia para el público, sino de un divertimento exclusivo para su autor. Por suerte me equivoqué, y aunque es verdad que tiene momentos genuinamente graciosos y otros que lo pretenden y no lo son tanto, en general The disaster artist es curiosa y entretenida, recomendable sobre todo para los aficionados a ese subgénero conocido como “cine dentro del cine”, que abarca desde las clásicas Cantando bajo la lluvia (Stanley Donen, Gene Kelly, 1952), El crepúsculo de los dioses (Billy Wilder, 1950) o Cautivos del mal (Vincente Minelli, 1952) hasta las modernas Ed Wood (Tim Burton, 1994), Boogie nights (Paul Thomas Anderson, 1997) o Vivir rodando (Tom DiCillo, 1995). Esta última es la más cercana como obra de ficción, aunque la peculiaridad del protagonista y el hecho de que sea un personaje real hace inevitable la asociación con la película de Tim Burton.

Pero hay una diferencia fundamental: Ed Wood era un megalómano casi naif, un animador de cumpleaños infantil que se creía Orson Welles, mientras que Tommy Wiseau es poco menos que un zumbado que se cree un artista complejo y transgresor. Wood es el niño pequeño que te enseña los cuatro rayajos que ha pintado y al que le dices que es un dibujo precioso; Wiseau es el cuñao o el vecino plasta que se cree Kubrick y quiere engancharte para que veas el “artístico” vídeo de la comunión de su hijo.

La película recrea el rodaje de The room, un truñardo tan apestoso y lamentable que terminó siendo reivindicado por la incipiente aristocracia friki para amenizar sesiones golfas y practicar el malsano ejercicio de descojonarse de una obra creada justo con la intención opuesta. Ya lo hemos dicho aquí más de una vez: cuando se traspasa la frontera de la máxima intensidad, se entra en el terreno de la comedia involuntaria. Eso le ocurrió al tal Tommy Wiseau, en cuyo pellejo se mete el propio Franco logrando un calco casi perfecto y que puede apreciarse en detalle durante la sucesión de planos paralelos que acompañan a los créditos finales.

Dependiendo de cómo se afronte el visionado (o bien del número de manuales de coaching y similares que uno lleve en el cuerpo) caben dos conclusiones: que no importan los resultados si el trabajo se realiza con empeño e ilusión, o bien que si uno se cree más artista que nadie solo por ser más raro estará condenado irremediablemente al ridículo.

Confieso que durante unos minutos, recién terminada la película, se me despertaron las ganas de ver The room, por puro morbo, supongo. Suerte que se me pasaron enseguida y sigo siendo noventa minutos más cuerdo.


Director: James Franco
Guion: Scott Neustadter, Michael H. Weber (basado en el libro de Greg Sestero y Tom Bissell)
Intérpretes: James Franco, Dave Franco, Seth Rogen, Alison Brie, Zac Efron
País: Estados Unidos