miércoles, 10 de mayo de 2017

Lady Macbeth

Femenino singular

 






Sé que a lo mejor lo parece, pero este no es el típico melodrama victoriano y relamido sobre amores imposibles, matrimonios de conveniencia, tormentos familiares y demás borrascas decimonónicas.

Con una puesta en escena milimetrada y pictórica, el debutante Oldroyd nos invita primero a compartir la claustrofóbica rutina de su protagonista, casada con un cretino e incompetente conyugal, y obligada a cohabitar también con un suegro hosco y atrabiliario, de modo que logra que nos compadezcamos de la pobre mujer y nos angustiemos con ella, y entonces…. Bueno, sobre el argumento mejor no contar más. Decir, como mucho, que tiene mérito sostener una trama y mantener el interés volcando los conflictos sobre un plantel de personajes que, con un par de excepciones (la sirvienta Anna, el pequeño Teddy), componen un muestrario de lo más rastrero, egoísta, desaprensivo, desquiciado y retorcido del ser humano.

A partir de aquí, el personaje estupendamente interpretado por Florene Pugh comienza a lucir su repertorio oculto de urdimbres y deseos, y lo que en los minutos iniciales ha despertado nuestra solidaridad y compasión deriva progresivamente hacia el desconcierto y la ambigüedad, para culminar en el mismísimo horror.

Se nota que el director es de aquellos para los que el cine pertenece tanto al rango de las artes plásticas como al de las artes narrativas, y quizá por ello la película se resiente en su primer tramo de un exceso de fragmentación y elipsis (que no son muy grandes, pero sí muy numerosas), lo que provoca que uno tarde más de lo debido en introducirse en la trama.

Una vez dentro, eso sí, la historia engancha y atrapa por su precisa combinación de estilo y crudeza, dejando en el aire —y, por extensión, en manos del espectador— la interpretación moral de lo que acaba de presenciar.

Es fácil recurrir a Henry James o a Jane Austen para ubicarla estética y narrativamente, pero Lady Macbeth podría definirse mejor como una criatura nacida de la unión de El piano (Jane Campion, 1993) y La cinta blanca (Michael Haneke, 2009); una de esas historias que te dejan el cuerpo igual que un exceso de alioli y garrafón, y que sin embargo no puedes dejar de mirar. De lo más sorprendente y sobrecogedor que se ha visto en lo que va de año.


Director: William Oldroyd
Guion: Alice Birch (basado en la novela de Nikolai Leskov)
Intérpretes: Florence Pugh, Cristopher Fairbank, Cosmo Jarvis, Naomi Hackie
País: Reino Unido

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