jueves, 16 de marzo de 2017

El viajante

Cierra la puerta







Antes que nada, pongamos las cartas sobre la mesa, o las cartas boca arriba, o los puntos sobre las íes, o las cuentas claras y el chocolate espeso, o al pan pan y al vino vino, o como sea, que cada cual elija su latiguillo favorito: el cine iraní, así, como concepto en su totalidad, es algo de lo que habla mucha gente tanto para alabarlo como para denostarlo, aunque yo diría que saber, lo que se dice saber de verdad qué es, muy poco o nada, y me incluyo el primero.

Me explico: a menos que uno haya vivido en Irán durante un tiempo considerable, lo más que llega aquí de su producción cinematográfica es escaso, y eso siendo generoso. Hasta hace cuatro días, una película iraní era invariablemente sinónimo del naturalismo plomizo de Abbas Kiarostami, alternado solo muy de vez en cuando con filmes de innegable valor antropológico y documental —los de Jafar Panahi o Hana Makhmalbaf, por ejemplo—, pero que rara vez conectaban con un público que —no lo olvidemos, por favor— no acude a los cines para ver Informe Semanal en una pantalla gigante.

En medio de este suministro habitual de nobles intenciones y tedio narrativo, en 2004 asomó la cabeza el director Bahman Ghobadi con la muy interesante Las tortugas también vuelan, superándose cinco años después con la estupenda Nadie sabe nada de gatos persas (imprescindible para los amantes del rock o la música popular). Ese mismo año, se estrenó A propósito de Elly (2009), y el nombre de Asghar Fahardi se hizo su hueco entre nuestras carteleras para quedarse a vivir con todo merecimiento gracias a su siguiente —y en mi opinión mejor— trabajo, Nader y Simin, una separación (2011), con la que se llevó a casa su primer Oscar. Después vino El pasado (2013), también excelente, y ahora, El viajante, una nueva demostración de cómo hacer girar toda una historia alrededor de una elipsis (y cómo trincar una estatuilla más para el aparador de la entrada o la vitrina del comedor).

Una pareja que se ve obligada a mudarse de piso porque el suyo se cae literalmente a pedazos, una antigua inquilina tan inquietante como escurridiza, y una representación de la obra Muerte de un viajante conforman el andamio de una trama en la que el misterio y los problemas se van colando por la rendija de una puerta semiabierta… Mejor no desvelar nada más.

Como suele suceder en todas sus películas, Fahardi controla minuciosamente cada detalle y cada paso que da su historia, consiguiendo dos primeros actos brillantes tanto en el aspecto dramático como en el manejo de la intriga. El tercero, que funciona casi como una pieza teatral aislada (lo de Arthur Miller no es mero capricho), es fundamental en su contenido, pero quizá esta un tanto alargado (diez minutillos de poda igual habrían venido bien). Aun así, se lo perdonamos, pues pocos directores arriesgan a la hora de resolver sus desenlaces, y esta es una película que desafía nuestras más férreas convicciones sobre la justicia y la venganza, en un final que puede lo mismo sorprender que desconcertar, y ahí reside su mérito.

Cine que brinca por encima de las fronteras culturales y que debería servir para destruir prejuicios, aunque entendamos que la sombra de Kiarostami y compañía es alargada y espesa. Qué le vamos a hacer.


Director: Asghar Fahardi
Guion: Asghar Fahardi
Intérpretes: Shahab Hoseini, Taraneh Alidoosti, Babak Karimi, Mina Sadati
País: Irán

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