miércoles, 25 de enero de 2017

Contratiempo

La sorpresa churrigueresca








Cuando un guionista no se conforma con los giros y se excede en saltos mortales, tirabuzones, retruécanos y vueltas al calcetín, lo que en un principio asombra y divierte puede acabar irritando. Dicho de otra manera: la complicidad se transforma en desconfianza, y uno acaba sintiéndose como ese amigo feo que un día se da cuenta de que los demás lo aceptan en la pandilla solo porque les hace parecer más guapos.



A Oriol Paulo le gusta tanto el “más difícil todavía” y el “donde dije digo, digo Diego”, que uno termina sospechando si todo ese entramado de falsas apariencias y aparentes intrigas no será en el fondo una mascarada para encubrir la inverosimilitud de la historia. (Y aclaro: inverosímil no es que sea improbable en la realidad, sino que sea incongruente con lo que nos están contando.) Una pena, pues sabido es que lo inverosímil bien gestionado puede resultar convincente y hasta apasionante, pero, como casi todo, cuando viene servido en exceso, se atraganta o empalaga.

Ya sea como guionista en la reciente Secuestro (Mar Targarona, 2016), o también como director en su anterior película, El cuerpo (2012), Paulo se empeña en resolver sus tramas con un encadenado de sorpresas que a veces consiguen epatar y otras tan solo confundir, cuando no revelar que nos han hecho trampas.

En términos estéticos y estilísticos, Contratiempo le guiña el ojo seductor a Hitchcock y su empecinado discípulo Brian De Palma, pero en lo referente al engranaje narrativo, quizá se advierta el influjo de títulos más recientes como Sospechosos habituales (Bryan Singer, 1995) o The game (David Fincher, 1997), obras que resolvieron con la brillantez que a Paulo se le resiste el truco del giro inesperado que deja boquiabierto al respetable.

El primer tercio es entretenido y estimulante, con un par de giros bien introducidos y que enganchan porque, aparte de enredar la intriga, potencian los conflictos dramáticos de los protagonistas. Ya no se trata sólo de desvelar el qué (el crimen) y el quién (el culpable), sino que ir adivinando el por qué se convierte de repente en el plato más jugoso del menú.

Por desgracia, antes de la mitad, una inexplicable torpeza a la hora de ensombrecer la pista que desarma el giro definitivo le revelará a quien esté medianamente atento ese supuesto deus ex machina triunfal, con lo que la percepción de lo que se va observando a partir de entonces variará sin remedio y en detrimento de nuestro asombro o admiración.

La sorpresa, por definición, depende de lo inesperado y no de lo cuantitativo. Habría bastado con que el guion se limitara a proponer un giro añadido a la presunta resolución inicial (al estilo de la novela La pesquisa, de Juan José Saer, o como sucede en la extraordinaria La vida de David Gale, de Alan Parker), en vez de recrearse en su propia filigrana.

En resumen, Contratiempo es una de esas películas que resisten el durante pero no aguantan muy bien el después. No es poca cosa, ojo. Si no sois muy tiquismiquis con esto de la estructura y la técnica narrativa, os lo pasaréis bien casi seguro.

Mención especial para el entorno en el que sucede buena parte de la acción, el Valle de Núria (muy bien escogido por su atmósfera, además de atractivo a la vista), y también para dos actrices quizá no siempre reconocidas como se merecen: Bárbara Lennie y Ana Wagener.

Director: Oriol Paulo
Guion: Oriol Paulo, Laura Sendim
Intérpretes: Mario Casas, Ana Wagener, Jose Coronado, Bárbara Lennie
País: España


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