martes, 6 de marzo de 2018

Yo, Tonya

La princesa choni





Piensa en la madrastra de Cenicienta, en la bruja del cuento que prefieras, en la señorita Rottenmeier, en la vieja momificada de la mecedora de Psicosis, en la madre de Carrie o en la de Cisne negro, en Carmina Barrios atascada de rebujitos, en Angela Channing un año de mala cosecha o en Belén Esteban comiendo un limón; piensa en todas ellas a la vez y seguro que la imagen que se te representa está aún lejos de la de ese personajazo con el que Allison Janney se ha ganado un Oscar tan cantado como merecido, y que valdría una película por sí solo.

Janney interpreta a la madre de Tonya Harding (Matgot Robbie, también fabulosa), patinadora estadounidense que se hizo famosa primero por sus méritos deportivos y poco después por su implicación en la agresión a una de sus compañeras y rivales.

Tonya es una choni en un deporte de princesas, una víctima de todo aquel que debería quererla, alguien que ha aprendido a sobrevivir a base de trompazos y venablos, y que, a pesar de todo ello, posee una habilidad que la convierte en la número uno.

Con estas credenciales, la muchacha iba camino de repetir el modelo de John  Turturro en Quiz show (Robert Redford, 1996), es decir, un héroe para las masas que se parezca más a los fans que a los ídolos; un tipo corriente, del pueblo. Pero así como en la tele la estrategia es acercar los personajes al nivel que se le presupone al espectador medio, en un deporte elitista como el patinaje sobre hielo se ve que no interesaba tener a una tronista de Mujeres, hombres y viceversa como abanderada olímpica.

Gracias a un ritmo inagotable y a unos diálogos afilados como las cuchillas de los patines, Yo, Tonya funciona como una comedia negra, ácida y certera en el retrato costumbrista; una de esas obras que, de nuevo, reivindican aquello de que para crear una gran historia de ficción no hace falta un gran personaje histórico.

Eso que llamamos globalización no se limita a las franquicias de comida rápida y teléfonos móviles; también está en nuestra forma heredada de entender conceptos como el éxito o la felicidad, o en nuestra manera caprichosa y fratricida de nombrar héroes y villanos. Los mastuerzos y chapuceros aspirantes a delincuentes que protagonizan esta película son parte de esa sociedad enferma global. Parecen personajes huidos de un borrador de los hermanos Coen, pero lo sorprendente y a la vez espeluznante es que son reales, que existen (en los créditos finales podemos apreciar el buen trabajo de caracterización), y que, además, seguro que se parecen a alguien que conocemos.

Un horror para descojonarse, o un disparate para acojonarse. Elegid vosotros.



Director: Craig Gillespie
Guion: Steven Rogers
Intérpretes: Margot Robbie, Allison Janney, Sebastian Stan, Caitlin Carver
País: Estados Unidos


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