Que
todavía hoy se tenga que promocionar una película con el adjetivo “provocativa”
no dice mucho de nuestra evolución como sociedad, para qué engañarnos.
Aunque
el envoltorio sea más lujoso y pretencioso, el reclamo utilizado para cautivar
al público por ciertas obras (desde 9 semanas y media hasta 50
sombras de Grey) es idéntico al que arrastraba a nuestros
carpetovetónicos abuelos hasta Perpignan, para ver películas cuyos títulos (de
bufa rima consonante) y guiones (plagados de sonrojantes dobles sentidos
inspirados en la fontanería y las manualidades) parecían el resultado de una
congregación de universitarios que se han fumado una clase y se han bebido una
garrafa de calimocho. Una experiencia que en muchos casos se recompensaba con
la pírrica limosna de un pezón en 2 dimensiones.
Algo
por el estilo parecía prometer la publicidad de Madre!, y, visto lo visto, ojalá hubiera sido eso.
Pocas cosas me dan más miedo que un director de cine queriendo ser poeta… y Darren
Aronofsky es un reincidente habitual. No digo yo que un poco de trascendencia
de vez en cuando no venga mal — no todo en la vida va a ser frivolidad y
jolgorio—; distinto es cuando se te va la mano con la dosis y ocurren cosas
como que la gente en el cine se ría cuando se supone que lo que estás viendo es
trágico y profundo. Traspasar la frontera de la máxima intensidad implica
adentrarse en el territorio de la comedia involuntaria (mejor que nadie lo
saben los creadores de culebrones).
La
película puede verse como una metáfora de la creación artística que toma como referencia
el acto biológico del parto. A partir de aquí, que cada cual personalice la
receta con los ingredientes que se le ofrecen, unos más evidentes que otros: la
maternidad y la inspiración, la gestación de la idea creativa como un embarazo,
la intención de equiparar la creación de una obra de arte al fenómeno de generar
una nueva vida, la necesidad de que unas vidas se extingan para que surjan
otras, la imposibilidad de llevar lo que se conoce como una vida normal
(familia, matrimonio, paternidad) cuando se vive entregado al arte, que termina
contaminándolo todo… El arte en sí mismo, y el ego del artista, claro está: si
el creador destruye su vida íntima, ahí están también los fans, con su
fetichismo enfermizo y su devoción loca, irresistible, la tentación de rendirse
a la admiración y la adulación, el amor entendido como el placer de que otro te
adore… Hay tantas interpretaciones que uno no sabe si quedarse con alguna o
quedarse directamente pasmado.
Quizá
la clave quiera estar en una frase que el personaje que encarna Javier Bardem
le confiesa a su mujer tras haber hablado con algunos de sus admiradores:
“Todos han entendido mi obra; cada uno de una manera distinta, pero todas son
válidas”. Buen intento, señor Aronofsky, pero también me suena a la típica
excusa del egocéntrico ensimismado, del que aspira a la incomprensión como cima
de su distinción intelectual.
Otra
posible explicación sería la derivada de un análisis clínico; es decir, como el
control anti dopaje que les hacen a los deportistas. Persiste el mito —un poco
infantil, en mi opinión— de que las drogas pueden proporcionar de manera
artificial el talento que uno no tendría nunca de forma natural. No sé si Darren
Aronofsky se mete algo o si solo toma rooibos y pastillas Juanola, pero la
mayoría de sus películas parecen criaturas surgidas de un delirio
politoxicómano. Madre! debería ser como una pastilla que te tomas y te provoca
un montón de sensaciones estimulantes, pero resulta ser como el efecto
secundario de haberte tomado un montón de pastillas que no deberías haber mezclado.
Quedaba
la esperanza de los actores, pero el director se las apaña para contagiar su
delirio y convertir un contrastado reparto en una caterva de intérpretes histriónicos
(llama la atención en especial el caso de Ed Harris, que hasta ahora tenía en
la sobriedad su mayor virtud).
La
película idónea para tirarse el pisto en una tertulia cultureta, aunque el
peaje —aviso— son dos horas y pico de onanismo nivel barracón de reclutas. Ojo,
que salpican neuronas con gafas de pasta.
Director: Darren
Aronofsky
Guion: Darren
Aronofsky
Intérpretes: Jennifer
Lawrence, Javier Bardem, Ed Harris, Michelle Pfeiffer
País: Estados Unidos
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