El
productor de esta película, Judd Apatow, es uno de los nombres más reconocidos —y
puede que una pizca sobrevalorados— de la comedia cinematográfica
norteamericana en los últimos años. La gran enfermedad del amor se
inspira en una historia real, pero tiene unos cuantos puntos en común —cómico
monologuista, historia de amor, enfermedad repentina e insidiosa— con Hazme
reír (2009), en mi opinión la mejor película de Apatow como director.
Kumail
Nanjiani protagoniza y escribe (junto a su compañera de aventuras en la vida
real) esta versión filmada de su propia experiencia personal: la ocurrencia de enamorarse
de Emily, una chica blanca que no encaja con la mentalidad y los planes que su
familia musulmana recalcitrante tiene previstos para su futuro.
La
película avanza sin estridencias ni atropellos, dosificando con acierto las
raciones de comedia (más en los diálogos que en las situaciones), de modo que
cuando aparecen los episodios dramáticos los podamos enfrentar con la debida
seriedad.
También
posee en su estructura algo muy apatowiano
(valga el neologismo, por una vez y sin que se convierta en vicio), aquello de
que a media película la trama tome un desvío hasta casi transformarse en una
historia diferente. Esto, por supuesto, no nos saca del todo de lo que habíamos
estado viendo hasta entonces, si bien durante unos minutos podría temerse lo
peor (oh, cielos, otra presunta comedia que me cuela el melodrama con calzador
de púas y sin anestesia). No os quepa duda de que en manos de un sádico
telefilmero al uso, esta historia habría sido carne de sobremesa dominical kleenex en ristre.
La
gran enfermedad del amor es una comedia romántica, sin
paliativos, pero con la virtud de proponer fórmulas que en algunos momentos se
alejan de las acostumbradas, tanto en el atrevimiento de introducir el humor
cuando el contexto parece pedir lo contrario como en la resolución de ciertos
conflictos dramáticos que no por familiares deberían ser siempre previsibles.
Sencilla
y amena, aunque más profunda que la mayor parte de lo que nos suele ofrecer este
género tan trillado. Más allá de que la historia real sea de esas que calificaríamos
“de película”, Showalter, Nanjiani y Gordon nos advierten entre líneas de algo
que el cine romántico suele encubrir con edulcoradas falacias: que el amor no
es una ciencia exacta y que estar enamorado no te hace siempre simpático o
aceptable a ciertos ojos ajenos.
Director: Michael
Showalter
Guion: Emily
V. Gordon, Kumail Nanjiani
Intérpretes: Kumail
Nanjiani, Zoe Kasdan, Holly Hunter, Ray Romano
País: Estados
Unidos
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