viernes, 17 de noviembre de 2017

A ghost story

Castigo eterno






Se ve que el otoño me ha pillado con las reservas líricas al mínimo, porque no soy capaz de verle el arte a tanto poeta disperso por la cartelera.

Después de chapotear en los versos farragosos de Madre! y de sobrevivir despierto al sopor naturalista de Verano 1993, me venden A ghost story como un trabajo (entrecomillo lo siguiente porque son píldoras literales de lo que se puede leer por ahí) “poético”, “inquietante”, “atrevido”, “provocador”, “extraño”, “hipnóticamente fascinante”, y asimismo como una experiencia cinematográfica “singularmente extraña”, “intrépida”, “apasionante”, “preciosa”…

A ver si lo explico como si estuviéramos charlando en un bar (que al fin y al cabo, eso es un ambigú): cuando en una retransmisión de fútbol escuchamos al comentarista decir que “está siendo un partido muy táctico”, cualquiera sabe que hay que traducirlo como “está siendo un solemne pestiño”. El típico empate a cero de centrocampismo enquistado y sin ocasiones de gol que entusiasma a los amantes de la pizarra y la estrategia, pero que aburre hasta la desesperación a los espectadores.

Es decir, si a uno lo que le interesa de forma exclusiva son los aspectos técnicos —el encuadre, la fotografía, el formato, el montaje—, tal vez se deshaga de gusto contemplando esta obra afectada, manierista y artificiosamente minimalista, rodada en pantalla cuadrada tipo diapositiva (¿alarde vintage?, ¿esnobismo puro?) y en la que los desaprovechadísimos actores se esfuerzan por ganarse el sueldo casi lo mismo que los muebles.

O imaginemos que de una novela solo tenemos en cuenta la gramática, el tipo de letra, el formato de página, el grosor del papel, el color de la tinta, la foto de la portada… ¿La historia? Menuda ordinariez.

Y no es que no hubiera materia prima. Puedo entender el enfoque que Lowery le quiere dar a su película de fantasmas, lo de rescatarla de los clichés del cine de terror convencional y todo eso. Pero no me explico por qué sigue habiendo tanto director empeñado en creer que el tedio y la languidez son la mejor manera de reflejar la delicadeza y la sensibilidad. A ghost story resulta, en el mejor de los casos, un videoclip aburrido, el enésimo cortometraje alargado y el penúltimo ejemplo de autor que muere víctima de su propia metáfora.

Pues eso. Que de contar algo, menos que poco, y apenas con cuatro palabras medio susurradas y un par de subtítulos perezosos (¿no éramos poetas?; pues a esforzarse, hombre). Para mayor despropósito, el parlamento más largo —que tarda una hora en llegar— suena a explicación innecesaria, a incongruencia e impostura, a inseguridad o pereza, a desconfianza del autor respecto a su propia elección narrativa (insisto: ¿no somos poetas?, ¿no dominamos el arte de la sugerencia?).

Eso es lo de menos, obviamente; que no se hable, o que se gaste poca saliva. Tampoco había diálogos sonoros en The artist (Michel Hazanavicius, 2011) o Blancanieves (Pablo Berger, 2012), y bien que funcionaban y llegaban hasta el tuétano. La ausencia casi total de palabras en esta película no es más que otra consecuencia de su grandilocuente abulia.

Si os apetece, por ejemplo, emplear 5 minutos y medio de vuestra vida en mirar cómo una actriz se come una tarta (es literal, lo prometo: casi seis minutos, y eso en una pantalla de cine es acariciar la eternidad), pues nada, adelante mis valientes. Yo ya he tenido bastante.



Director: David Lowery
Guion: David Lowery
Intérpretes: Rooney Mara, Casey Affleck
País: Estados Unidos

2 comentarios:

  1. Una caña, sisplau.
    Creo que deberías introducir un apartado similar al que tiene Sergi Pàmies cuando comenta películas que se refiere a la frase que hay que decir a la salida del cine si alguien te pregunta por la peli.
    En el caso de Pàmies para esta película sería «no està ben resolt» (min.17:20 https://www.ivoox.com/sergi-pamies-audios-mp3_rf_21929103_1.html?autoplay=true )
    Me da la sensación de que para tu apreciación sería una frase generosa.

    Oiga, que muy bien su sitio este de usted. Los que no vamos al cine podemos verlo más o menos por persona interpuesta y ya se nos va formando un criterio para cuando aparezca por la tele súbitamente al cambiar de canal.

    offtopic: ya tengo entrada para ver a MG en mi pueblo en mayo, ouyeah.

    un abrazo

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  2. Jajaja... tomo nota.
    Ya sabes que mi nivel de ensañamiento con la película es directamente proporcional a la pretenciosidad del autor. Para los humildes, nos reservaremos aquello de "no está bien resuelta" :)

    Imagino que yo me reencontraré con MG en Madrid, creo que para mayo o así...

    Un abrazo.

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