Que
sí, que está de moda, lo japonés, el sushi, Murakami, el manga; que aunque aquí
seguimos llamando “chino” a cualquiera que tenga los ojos como dos puñaladas en
un tomate, todavía hay clases, y lo chino de verdad, lo de China, es cutre,
mientras que lo nipón es cool. Cosas
de la moda.
En
el cine la cosa viene de largo. Por su condición minoritaria en una cartelera
dominada por los grandes estudios de Hollywood, y también, supongo, por la
distinción que siempre da lo exótico, ver una película japonesa siempre ha
sumado puntos en la liga del postureo cinéfilo. Y, ojo, que aquí puede estar la
trampa.
Porque
Maravillosa
familia de Tokio —y palabra que lo digo en serio— es como una película
de Paco Martínez Soria adaptada a la corrección política contemporánea. Y —aclaro
también— esto no es necesariamente un insulto. Es solo que si nos dejamos
llevar por los clichés de turno —cine de autor, cine minimalista, cine
oriental, etcétera— nos veremos obligados a ensalzar aspectos que, en otra obra
igual, pero producida en Occidente, nos servirían para denostarla por mediocre,
rutinaria, anodina y acomodada.
Ni
un extremo ni el otro. Yôji Yamada parece tener en mente tanto a su maestro Ozu
como a su coetáneo Woody Allen, pero termina estancado en un terreno intermedio
en el que no opta ni por el melodrama sutil ni por la comedia incisiva. La
alusión a Martínez Soria no es gratuita; estamos ante lo que podría ser la otra
cara de esa vieja peseta: en vez un abuelo tradicional que irrumpe en un núcleo
familiar despendolado y libertino para restablecer el orden sagrado y las
buenas costumbres, aquí es la abuela quien se lía el kimono a la cabeza y pone
en evidencia a sus desastrosos hijos y al carcamal que tiene por marido. Serán ellos
los encargados de intentar reconstruir las piezas desmontadas.
El
punto de partida —la petición de divorcio de la abuela como regalo de
cumpleaños— promete vitriolo y transgresión, pero en lugar de eso queda una
comedia amable, con alguna situación de notable humor absurdo, y que deriva
hacia una resolución más bien conservadora sobre los valores familiares y los roles
ancestrales de la pareja; algo que, como he mencionado más arriba, no le
perdonaríamos a una película de aquí, si bien —cosas del esnobismo— parece ser
que cuando proviene de husos horarios remotos, tanto la crítica como la cinefilia
gourmet acostumbran a cambiar la guadaña por el cuchillo romo de la mantequilla.
Director: Yôji
Yamada
Guion: Yôji
Yamada, Emiko Hiramatsu
Intérpretes: Satoshi
Tsumabuki, Yû Aoi, Yui Natsukawa, Kazuko Yoshiyuki
País: Japón
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