miércoles, 7 de junio de 2017

Maravillosa familia de Tokio

Abuelo made in Japan







Que sí, que está de moda, lo japonés, el sushi, Murakami, el manga; que aunque aquí seguimos llamando “chino” a cualquiera que tenga los ojos como dos puñaladas en un tomate, todavía hay clases, y lo chino de verdad, lo de China, es cutre, mientras que lo nipón es cool. Cosas de la moda.

En el cine la cosa viene de largo. Por su condición minoritaria en una cartelera dominada por los grandes estudios de Hollywood, y también, supongo, por la distinción que siempre da lo exótico, ver una película japonesa siempre ha sumado puntos en la liga del postureo cinéfilo. Y, ojo, que aquí puede estar la trampa.

Porque Maravillosa familia de Tokio —y palabra que lo digo en serio— es como una película de Paco Martínez Soria adaptada a la corrección política contemporánea. Y —aclaro también— esto no es necesariamente un insulto. Es solo que si nos dejamos llevar por los clichés de turno —cine de autor, cine minimalista, cine oriental, etcétera— nos veremos obligados a ensalzar aspectos que, en otra obra igual, pero producida en Occidente, nos servirían para denostarla por mediocre, rutinaria, anodina y acomodada.

Ni un extremo ni el otro. Yôji Yamada parece tener en mente tanto a su maestro Ozu como a su coetáneo Woody Allen, pero termina estancado en un terreno intermedio en el que no opta ni por el melodrama sutil ni por la comedia incisiva. La alusión a Martínez Soria no es gratuita; estamos ante lo que podría ser la otra cara de esa vieja peseta: en vez un abuelo tradicional que irrumpe en un núcleo familiar despendolado y libertino para restablecer el orden sagrado y las buenas costumbres, aquí es la abuela quien se lía el kimono a la cabeza y pone en evidencia a sus desastrosos hijos y al carcamal que tiene por marido. Serán ellos los encargados de intentar reconstruir las piezas desmontadas.

El punto de partida —la petición de divorcio de la abuela como regalo de cumpleaños— promete vitriolo y transgresión, pero en lugar de eso queda una comedia amable, con alguna situación de notable humor absurdo, y que deriva hacia una resolución más bien conservadora sobre los valores familiares y los roles ancestrales de la pareja; algo que, como he mencionado más arriba, no le perdonaríamos a una película de aquí, si bien —cosas del esnobismo— parece ser que cuando proviene de husos horarios remotos, tanto la crítica como la cinefilia gourmet acostumbran a cambiar la guadaña por el cuchillo romo de la mantequilla.



Director: Yôji Yamada
Guion: Yôji Yamada, Emiko Hiramatsu
Intérpretes: Satoshi Tsumabuki, Yû Aoi, Yui Natsukawa, Kazuko Yoshiyuki
País: Japón

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