Suburbio
de Miami, niño negro, padre ausente, madre drogadicta, acoso escolar, escarceo
homosexual, malas (o no tanto) compañías… Con semejante panorama, Barry Jenkins
podría haber hecho un histriónico melodrama indie
como Precious
(Lee Daniels, 2009), o bien una espectacular historia de iniciación y ascensión
criminal como Ciudad de Dios (Fernando Meirelles, 2002). En vez una u otra
opción, el director apuesta por un punto intermedio, que es a la vez su virtud
y su lastre.
Virtud,
porque le da un toque peculiar, huye de lugares comunes y giros previsibles, y
demuestra personalidad y un atractivo estilo visual, lejos del feísmo y el
naturalismo impostado tan típico del cine autodenominado independiente.
Y
también lastre, porque narrativamente parece secundar la idea del
relato-iceberg que sostenía Hemingway (solo nos enseña la punta de la historia,
y el resto lo deduce el público), pero Jenkins se empeña tanto en ser elíptico
y elusivo que termina invirtiendo los efectos, y en vez de mostrar lo mínimo
para contar lo máximo, queda la sensación de que en realidad muestra mucho (una
hora y cincuenta minutos) y al mismo tiempo se deja otro tanto por contar.
Al
final, uno se queda con ganas de saber más sobre la vida y los chanchullos del
protagonista ya adulto, y además algunos secundarios desaparecen de manera
demasiado drástica (no sé si por cuestiones de guion o de montaje), acentuando
esa sensación de media tinta o de aspirante que no alcanza la meta. Ay, si el director hubiera optado por ser menos "poético" y más narrativo...
Con
todo, una película interesante y a ratos emocionante, aunque me temo que no
para cualquier público (se exhibe en multisalas por lo del Oscar, pero en condiciones normales habría ido directa al circuito
minimalista de la versión original).
Director: Barry
Jenkins
Guion: Barry Jenkins
Intérpretes: Trevante
Rhodes, Naomie Harris, Mahershala Ali, Ashton Sanders
País: Estados Unidos