Presidir
un país como Argentina tiene que ser un quilombo de tres pares de alfajores,
pero Ricardo Darín se atreve con todo. En La cordillera lo veremos en medio de
una conspiración política y bregar al mismo tiempo con un misterio familiar que
puede salpicarle y llenarle de mierda hasta las cejas. Esta vez no hay lugar
para el dulce de leche, porque todo es amargo como el mate.
Sin
esforzarnos demasiado, se nos viene encima un alud de metáforas alpinas que
describen lo que Santiago Mitre nos quiere contar en su película.
Con un impresionante paisaje de fondo —los andes chilenos—, se celebra una
cumbre de presidentes latinonamericanos, que viviremos y sufriremos a través de
Hernán Blanco (sí, blanco, como la nieve), una especie de Obama argentino, el
hombre común, la esperanza blanca (sí, otra vez el blanco simbólico), el
político que aparentemente no ha sido infectado aún por los males que aquejan a
sus homólogos y que, precisamente por ello, acude a este evento con la etiqueta
del elemento más débil, la cima menos alta de este macizo montañoso donde el
Everest es el presidente de Brasil y el volcán a punto de erupcionar el de
México.
El
Mal existe. Eso le confiesa el mandatario argentino a una periodista española
desplazada a la cumbre, y no tardaremos en verificar cuánta razón tiene. Para
ello, el guion apuesta por un juego a medio camino entre el prestidigitador y
el trilero, donde a veces nos muestra el truco y a veces solo el resultado,
dependiendo de si la trama discurre por entresijos profesionales o familiares.
De
la trama política nos enseña lo que de normal no vemos, lo que hablan los
políticos en la intimidad, en una barra de hotel cubata en ristre o en un
despacho donde las paredes son sordas; aquello que comparten o porfían cuando
no se pavonean en público y despliegan el arte de la retórica hueca. De la
trama personal, por el contrario, solo vemos sus avances y consecuencias a
través del lado público de Darín, de su rostro y sus gestos, de las escenas que
comparte con su hija, y del batiburrillo resultante en la mollera de esta tras
someterse a una sesión de hipnosis.
Le
falta una vueltecita para ser redonda, pero aun así es una película interesante
e inquietante que, una vez más, reafirma algo que ya sabíamos: que lo que no se
ve da más miedo que lo que está a la vista.
Director: Santiago
Mitre
Guion: Santiago
Mitre
Intérpretes: Ricardo
Darín, Dolores Fonzi, Érica Rivas, Gerardo Romano, Daniel Giménez Cacho,
Christian Slater, Alfredo Castro, Elena Anaya
País: Argentina
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