Uno
oye Blade
Runner y enseguida piensa en la oscuridad perpetua y la constante
lluvia, en el test enrevesado para pillar replicantes, en un Chinatown futuro y
decadente, en el saxo y la música de Informe
Semanal (bueno, de Vangelis, en realidad), en el detective Deckard y su
insidiosa sombra con bigote, en las lágrimas en la lluvia y el “he visto cosas
que vosotros no creeríais”, en la papiroflexia y los frikis de J F Sebastian, en
el luminoso gigante de Coca-Cola…
Algo
de todo ello hay en esta continuación, aunque se ha perdido la atmósfera
inconfundible, o, como mínimo, ya no permanece como clima exclusivo. Donde la
original era claustrofóbica y orgánica, esta es más desangelada y apocalíptica.
Ya no es género negro, sino distopía pura; ciencia ficción filosófica, muy de
ahora, muy bien hecha también.
Repito lo dicho aquí mismo hace unos meses: siempre he sostenido
que, cuando Ridley Scott filmó Blade Runner en 1982, su máxima intención era regalarle al
público un gran entretenimiento, cine de género de primera calidad. Ocurrió,
sin embargo, que la película pasó a ser “de culto”, y entonces la cinefilia ceñuda
y pretenciosa se vio en la obligación de reivindicarla como cine de autor
profundo y selecto.
Esto, que debería ser una virtud, puede haber sido en parte una
carga a la hora de acometer la temeraria empresa de rodar una segunda parte,
secuela, continuación, o como prefiramos llamarla. A Denis Villenueve y sus guionistas
Fancher y Green todo el mundo les va a pedir estar a la altura “intelectual” de
la obra maestra de origen, mientras que lo principal de un proyecto así, tal
como yo lo veo, es precisamente hacer que el espectador se olvide de cualquier otra
película (ya sea por comparación, por añoranza o por aburrimiento) que no sea
la que está viendo.
Así pues, Blade Runner 2049 ofrece lo que debe: equilibrio entre el disfrute y la reflexión, tensión y drama,
acción y sentimiento, un buen puñado de imágenes potentes y una renovación
estética y sonora acorde a los tiempos.
La
hondura filosófica, además, sigue ahí. La crisis existencialista de los
replicantes, las preguntas esenciales sobre la creación y el alma, el dilema
cada vez menos futurista de hasta qué punto la tecnología es capaz de curar la
soledad...
Ryan
Gosling está bien como sucesor del cazapellejudos inmortalizado por Harrison
Ford hace treinta y tantos años. Quizá el punto más flojo son los secundarios;
en este caso, todos quedan ensombrecidos por sus predecesores.
Resumiendo:
si Blade
Runner es una criatura original, Blade Runner 2049 es un replicante.
Un chiste fácil, sí, pero no un mal chiste. Dicho de otra manera: la de Ridley
Scott era un thriller futurista sobre seres gélidos y sintéticos, y la de Denis
Villeneuve es una película gélida y sintética sobre esos mismos seres, pero
alejada ya de los cánones del cine negro tradicional. Uno no es mejor o peor
hijo porque se parezca más o menos a sus padres, así que mi consejo es que os
dejéis de comparaciones y mitomanías, y tratéis de disfrutarla, porque merece la
pena.
Director: Denis
Villeneuve
Guion: Hampton
Fancher, Michael Green
Intérpretes: Ryan
Gosling, Harrison Ford, Ana de Armas, Robin Wright, Sylvia Hoeks
País: Estados
Unidos
No hay comentarios:
Publicar un comentario