Cuando un guionista no se
conforma con los giros y se excede en saltos mortales, tirabuzones, retruécanos
y vueltas al calcetín, lo que en un principio asombra y divierte puede acabar irritando.
Dicho de otra manera: la complicidad se transforma en desconfianza, y uno acaba
sintiéndose como ese amigo feo que un día se da cuenta de que los demás lo
aceptan en la pandilla solo porque les hace parecer más guapos.
A Oriol Paulo le gusta tanto el
“más difícil todavía” y el “donde dije digo, digo Diego”, que uno termina
sospechando si todo ese entramado de falsas apariencias y aparentes intrigas no
será en el fondo una mascarada para encubrir la inverosimilitud de la historia.
(Y aclaro: inverosímil no es que sea improbable en la realidad, sino que sea
incongruente con lo que nos están contando.) Una pena, pues sabido es que lo
inverosímil bien gestionado puede resultar convincente y hasta apasionante,
pero, como casi todo, cuando viene servido en exceso, se atraganta o empalaga.
Ya sea como guionista en la
reciente Secuestro (Mar Targarona,
2016), o también como director en su anterior película, El cuerpo (2012), Paulo se empeña en resolver sus tramas con un
encadenado de sorpresas que a veces consiguen epatar y otras tan solo confundir,
cuando no revelar que nos han hecho trampas.
En términos estéticos y
estilísticos, Contratiempo le guiña
el ojo seductor a Hitchcock y su empecinado discípulo Brian De Palma, pero en
lo referente al engranaje narrativo, quizá se advierta el influjo de títulos
más recientes como Sospechosos habituales
(Bryan Singer, 1995) o The game
(David Fincher, 1997), obras que resolvieron con la brillantez que a Paulo se
le resiste el truco del giro inesperado que deja boquiabierto al respetable.
El primer tercio
es entretenido y estimulante, con un par de giros bien introducidos y que
enganchan porque, aparte de enredar la intriga, potencian los conflictos
dramáticos de los protagonistas. Ya no se trata sólo de desvelar el qué (el crimen) y el quién (el culpable), sino que ir
adivinando el por qué se convierte de
repente en el plato más jugoso del menú.
Por desgracia, antes de la
mitad, una inexplicable torpeza a la hora de ensombrecer la pista que desarma
el giro definitivo le revelará a quien esté medianamente atento ese supuesto deus ex machina triunfal, con lo que la
percepción de lo que se va observando a partir de entonces variará sin remedio
y en detrimento de nuestro asombro o admiración.
La sorpresa, por definición,
depende de lo inesperado y no de lo cuantitativo. Habría bastado con que el
guion se limitara a proponer un giro añadido a la presunta resolución inicial
(al estilo de la novela La pesquisa,
de Juan José Saer, o como sucede en la extraordinaria La vida de David Gale, de Alan Parker), en vez de recrearse en su
propia filigrana.
En resumen, Contratiempo es una de esas películas
que resisten el durante pero no
aguantan muy bien el después. No es
poca cosa, ojo. Si no sois muy tiquismiquis con esto de la estructura y la
técnica narrativa, os lo pasaréis bien casi seguro.
Mención especial para el entorno
en el que sucede buena parte de la acción, el Valle de Núria (muy bien escogido
por su atmósfera, además de atractivo a la vista), y también para dos actrices
quizá no siempre reconocidas como se merecen: Bárbara Lennie y Ana Wagener.
Director: Oriol Paulo
Guion: Oriol Paulo, Laura Sendim
Intérpretes: Mario Casas, Ana Wagener, Jose Coronado, Bárbara Lennie
País: España
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