François Ozon es un director
imprevisible, lo que en su caso significa que es capaz de encandilarte con la
misma facilidad que despertarte las ganas de atizarle un pescozón (dicho sea
metafóricamente, por supuesto). Frantz, por suerte, pertenece a la
primera categoría, y es, para un servidor, la mejor película del francés junto
con la excelente En la casa (2012), con la que —casualidad o no— comparte uno de
sus temas esenciales: el arte narrativo de la mentira, o cómo usar la ficción
para construir una versión interesada de la realidad.
Inspirándose en la misma obra teatral que Ernst Lubitsch tomó como referente para Remordimiento (1932), Ozon nos cuenta una historia sobre las secuelas y las sinrazones de la guerra (en este caso, la Primera Guerra Mundial), pero en vez de hacerlo a base de arengas u obviedades panfletarias, recurre a un melodrama que pondrá en contacto a una joven alemana con un supuesto amigo francés de su prometido, muerto en el frente, y que nos revelará todos los horrores y traumas post bélicos con sutileza, delicadeza y ese gusto por los detalles de ambientación y por el equilibrio entre estilo y emoción que hicieron glorioso en los 80 y los 90 al tándem Ivory-Merchant (Lo que queda del día, Una habitación con vistas, Regreso a Howard’s End, Maurice…).
Inspirándose en la misma obra teatral que Ernst Lubitsch tomó como referente para Remordimiento (1932), Ozon nos cuenta una historia sobre las secuelas y las sinrazones de la guerra (en este caso, la Primera Guerra Mundial), pero en vez de hacerlo a base de arengas u obviedades panfletarias, recurre a un melodrama que pondrá en contacto a una joven alemana con un supuesto amigo francés de su prometido, muerto en el frente, y que nos revelará todos los horrores y traumas post bélicos con sutileza, delicadeza y ese gusto por los detalles de ambientación y por el equilibrio entre estilo y emoción que hicieron glorioso en los 80 y los 90 al tándem Ivory-Merchant (Lo que queda del día, Una habitación con vistas, Regreso a Howard’s End, Maurice…).
Como en algunos de sus trabajos
anteriores, Ozon juega con las apariencias, los secretos y las ambigüedades
para sugerir subtextos y zonas ocultas que uno continúa rumiando al salir del
cine. Esto se debe también a la certera construcción de un guion que va
surtiéndonos de conflictos y matices de forma contenida pero a la vez
constante, y de una estructura que acierta al trasladar la segunda parte de la
película a “territorio enemigo”, por así decir, con lo que el trasfondo
antibelicista se ilustra sin necesidad de subrayados del autor, que delega en
los personajes todo el trabajo.
Sirvan como ejemplo las dos
escenas ambientadas en sendas tabernas. La primera, en Alemania, donde los
padres se reúnen para honrar la memoria de sus hijos fallecidos o para celebrar
brindando con cerveza la muerte de los hijos de otros padres que, brindando con
vino, harán lo propio en alguna taberna francesa. La segunda, hacia el final,
en París, con un momento entre “Yo soy Espartaco” y “Oh, capitán, mi capitán” a
costa de La Marsellesa y con una
testigo muda, todo para recordarnos que visitar el país del que fuera el
enemigo sigue siendo incómodo y peligroso aún después de acabada la guerra.
Así pues, por medio de un
blanco y negro estiloso y estratégico, nos metemos en el universo que abordó Michael Haneke en La
cinta blanca (2009), esta vez con una historia menos sórdida aunque
igualmente triste y trágica. Un entorno que, por cierto (y centrado en el lado
francés), retrata de maravilla Philippe Claudel en su novela Almas
grises.
Paula Beer y Pierre Niney —protagonista
de El
hombre perfecto (Yann Gozlan, 2015), película muy recomendable para
todos pero en especial para escritores, literatos, chupatintas y juntaletras en
general— encarnan con entrega y veracidad a los personajes centrales de esta
obra que no es tanto para llorar como para pensar. Un regalo para la vista,
para las neuronas y para el corazón. Ahí es nada.
Director: François Ozon
Guion: François Ozon
Intérpretes: Paula Beer, Pierre Niney, Cyrielle Clair, Johann von Büllow
País: Francia, Alemania